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Neuroartes: ¿cuánto influyen las prácticas artísticas en nuestra salud mental?

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02 de julio de 2019 a las 05:38

Con la certeza de que las expresiones artísticas son capaces de incidir en la biología humana, el filósofo y escritor belga Luc Delannoy (64) comenzó a desarrollar hace varias décadas estudios entorno a la mente, la conciencia humana y la relación entre el arte y la salud mental. A partir de esa reflexión, en 2003 creó el programa Neuroartes, que une filosofía, psicología, ciencia empírica y arte y persigue una mayor armonía sobre la salud mental.

Delannoy fundó el Instituto de Neuroartes, que actualmente funciona en México, Estonia (vive allí), España, Namibia, Sudáfrica, California, El Salvador, Colombia, Peru y Argentina. Además, publicó casi una decena de libros y varias investigaciones en torno a la musicología (también es músico) y las neuroartes. Vive en Estonia pero viaja constantemente hacia un lado y otro del mapa. Entre uno de sus trajines, aterrizó en Uruguay –donde vino a dictar un seminario de neuroartes en Las Pro Espacio de Ideas, en Pando– y dialogó con El Observador.

¿Qué son las neuroartes?

Una propuesta transdisciplinaria que une tradiciones filosóficas de diferentes culturas, elementos de la ciencia occidental, los paradigmas clásico y cuántico de la física, las neurociencias, la antropología, la psicología y las artes. La idea es de establecer una serie de diálogos entre estas disciplinas para desarrollar investigaciones y propuestas de intervención social. Estas investigaciones se enfocan en las relaciones entre el cerebro humano, el sistema nervioso, las prácticas artísticas y la salud –principalmente la mental–.

Las propuestas de intervención se dan en diferentes ámbitos de la sociedad, ya sea para adultos mayores, personas con o sin problemas cognitivos motores o niños. En la fundación que lanzamos en Chile, por ejemplo, trabajamos con propuestas basadas en las artes para los infanto-juveniles y tratamos de introducir la idea de que el cuerpo no es una máquina. Necesitamos más que las cosas materiales y las prácticas artísticas pueden ayudar a las concientizaciones de los humanos que son más que una serie de neuronas.

¿De dónde viene su interés por desarrollar este concepto y luego la fundación?

Cuando era niño pasaba mucho tiempo en la casa de mi abuela paterna que era pianista y me enseñó a tocar piano. Sus vecinos, tenían un hijo con parálisis cerebral profunda y lo dejaban con nosotros varias tardes. Mientras él estaba acostado en un sofá yo tocaba el piano y le hablaba. Nunca me contestó, pasaron los años, él falleció y yo seguí con mis estudios de música. Pero en la adolescencia empecé a reflexionar sobre la percepción, sobre cómo me percibía a mí, a mi familia, al mundo. Y volví  a pensar en ese amigo y cómo percibía él –si lo hacía–, si me escuchaba, si entendía. Luego empecé a estudiar Filosofía, después Neurociencias. Ahí fue naciendo mi reflexión sobre la percepción y la neurodiversidad. 

La cuestión de fondo es si el mundo es preexistente a nosotros o si nosotros lo vamos estructurando y construyendo a medida que vamos viviendo. Hay muchos eventos importantes en nuestra infancia y adolescencia que determinan quiénes somos y qué hacemos durante nuestra vida. Hay que cuestionar por qué hacemos lo que hacemos.

¿De qué manera el arte puede incidir en la salud mental?

Las relaciones entre las prácticas artísticas y la biología están bien documentadas. Toda la parte occipital del cerebro (trasera) se activa mucho cuando interfiere un proceso creativo. Aparecen sustratos cerebrales de los procesos creativos que están cambiando de forma constante a medida que estás pintando, dibujando o escribiendo poesía, por ejemplo. Nuestro cuerpo está en cambio constante y esto genera estados psicológicos que luego pueden derivar en determinados comportamientos individuales y colectivos.Entonces, a través de las prácticas artísticas podemos modificar de forma consciente, voluntaria y con esfuerzo nuestra propia biología, nuestros propios procesos cerebrales, porque el cerebro es plástico. De forma consciente podemos modificar nuestro sistema nervioso y órganos para lograr una armonía biológica y, por consiguiente, social.

Tenemos fundamentos filosóficos y científicos para respaldar lo que hacemos. No vamos a decirle a un niño con Asperger que haga tal cosa porque se nos ocurrió. Lo que proponemos tiene realmente un impacto en el cerebro.

¿Podría nombrar algunos ejemplos de prácticas artísticas que se recomiendan para determinadas patologías?

A través de ejercicios de danza contemporánea vimos que personas mayores con Parkinson o Alzheimer, lograban mayor conciencia de sus propios movimientos y de su cuerpo. Aunque no es una cura, las personas con Parkinson logran con eso controlar o bajar la frecuencia de sus temblores. Para quienes padecen Alzheimer, también identificamos como positivos los talleres de fotografía.

También trabajamos con niños diagnosticados con hiperactividad o espectro autista, logrando desarrollar cierta estabilidad emocional a través de la música. Con las personas que tienen problemas de concientización de su propio cuerpo trabajamos mucho la pintura con los dedos, manos o brazos, para que puedan desarrollar una actividad neurológica que les permita tomar contacto con el mundo.

Las neuroartes no curan, pero ayudan a ser y son una forma de empoderamiento.

¿Cree que falta reflexión en torno a la salud mental?

Lamentablemente son pocas las personas que trabajan en salud que han reflexionado sobre la palabra “mental”, que es un adjetivo. Se toma como premisa que la mente es equivalente al cerebro. Entonces, cuando se trata de enfermedades mentales se recurre a productos materiales para influenciar la materia cerebral: los neurofármacos. No digo de renunciar a ellos, pero eso remarca que aún impera el paradigma clásico (de la física).

El paradigma cuántico, considera que es al revés. La materia es un derivado de la conciencia, por lo tanto hay que ir más allá del aspecto mental.  Al estudiar estos procesos a través de la física cuántica nos damos cuenta que no hay una frontera bien establecida entre los trastornos psiquiátricos y los neurológicos, muchas veces se mezclan. No podemos depender solo de los neurofármacos para tratar a un individuo.

Tiene libros y varias publicaciones realizadas en torno al Jazz. ¿Por qué tanto interés por este género?

Me interesa su carácter transcultural. Luego, la capacidad de improvisación que tiene. Nuestra biología improvisa, pero hemos perdido como humanos –dentro de las estructuras sociales contemporáneas– la habilidad de hacerlo y de tomar el riesgo. Tenemos miedo de improvisar, queremos que nos resguarden todo, vivimos en estructuras cada vez más opresivas, que venden un paraíso a través del consumo de bienes y que nos transforman poco a poco en objetos. Esto implica un ataque frontal a la educación y a la ciencia, a la música, la literatura, la filosofía, las artes. El jazz es un motor que permite desarrollar la capacidad de improvisar, es como una resistencia. Siempre me gustó pensar y sentir que no estamos aislados. Tenemos que ser solidarios y luchar en contra del proceso obsesivo y opresivo del sistema de la tercera fase del capitalismo –que es el capitalismo cognitivo– que quiere transformar nuestros propios estados mentales en propiedad privada y que va colonizando hasta la última frontera de la biología humana: las neuronas. El arte tiene un papel fundamental en todo esto.

Es muy importante cuestionar las estructuras sociales en las que vivimos porque son una de las causas principales de los problemas de salud física y mental. No podés pretender ajustar a una persona a las estructuras sociales siendo cómplice de estas mismas estructuras que son opresivas. Si trabajás en salud mental no podés recaer en: “Pobrecito, ha perdido contacto con la realidad. Voy a hacerlo funcionar dentro de esta realidad”. Es una propuesta política, en el sentido de colectividad.

¿Cree que hay gobiernos que buscan cosificar a las personas?

En Brasil quieren sacar la Filosofía, en Chile están sacando la Historia y la Educación Física, en México quitan la Filosofía, en Europa se saca el Latín y el Griego bajo la idea de que son idiomas muertos, pero son las bases de las culturas. Es un movimiento internacional de unos sectores políticos empresariales que están más interesados en transformar a los ciudadanos en objetos que en sujetos. Como cada día hay más población, hay más necesidad de controlar esta población. Y las personas que están categorizadas como enfermos mentales son invisibilizados y varios sectores de la población son descartados. Con los que quedan, se hace todo lo posible para manejarlos como objetos y que de forma voluntaria sean esclavos. Hay que ser conscientes de todo eso, nosotros no pretendemos transformar el mundo sino algunas avenidas.

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